La ambulancia había llegado hacía ya veinte minutos y estaba atendiendo a Martha Maxtin. Le habían puesto oxígeno y ya respiraba mucho mejor que algunas horas antes. No rememoraba más que había ido a la biblioteca a por otra nueva biblia. Tomás Jiménez, el ayudante, volvió a estar poseído de Dios adverso.
- Ramatán II - le dijo el demonio susurrándole en el tímpano - dile a Muerte que silbe su peculiar canción.
El ex-carcelero se acercó a Muerte y se lo ordenó. Empezó la comercial demonio, Antonia su peculiar silbido y el ayudante Tomás abrió una de las biblias. Comenzó a recitar la dedicatoria que leería cada uno de los lectores:
"Nuevo lector de mis divinas palabras, seré el dios y adverso...
de todos tus males serás libre, y mis poderes te poseerán,
de libre alma estarán mis ángeles y adversos,
mas entenderás mi don de mí en ti, nuevamente tus ojos leerán".
De improviso, empezó a llover otra vez. Caían gotas con luces y destellos.
- Son las trece estrellas de Damart - susurró Muerte mientras continuaba silbando su canción.
- ¡Ex-carcelero! - gritó una dama - desposé el conjuro que invoca al más allá de tus infiernos.
Era Diosa Senatta, la diva del Bien. Había descendido con parte del súbdito bueno de uno de los limbos.
- ¡Por el poder de los treces cielos, te invoco gran Dios! - gritó otra vez Diosa Senatta.
Muerte, Ramatán II y Dios adverso desde Tomás Jiménez empezaron a silbar una tétrica y fúnebre melodía de ultratumba. Una gran tormenta volvió a caer en la pequeña ciudad y se fue la luz de nuevo en toda la comarca. El respiradero electrónico de la anciana Martha Maxtin, lentamente, se fue apagando.
(Continuará...)