La Sra. Maxtin se dirigió al centro de la sala, muy cerca del mostrador de libros. Dejó su paraguas en el paragüero y se dirigió a Tomás, el ayudante del bibliotecario.
- Hola hijo - dijo con voz muy alta - vaya día de tormenta. No me ha tirado el vendaval por casualidad.
- Hola, Sra. Maxtin - contestó el ayudante - ¿qué desea usted?
- Por favor, no me hables de usted - le rogó la anciana - quiero una biblia. Ha entrado agua en mi casa y me ha mojado todo lo que estaba a baja altura. La tenía en mi mesilla de noche.
- Todavía quedan. No te preocupes Martha - le contestó Tomás muy amable.
La anciana se dirigió hablar con Muerte, ya estaba transformada en la bella comercial.
- Perdone joven - dijo Martha - ya está atendida, ¿verdad hija?
La comercial Antonia la asintió haciendo un gesto de afirmación con la cara. De improviso Tomás Jiménez se trasformó internamente en Dios adverso.
- Martha mira, aquí tienes un nuevo ejemplar - dijo el demonio con la voz del ayudante - por favor, entra en la primera hoja y lee el proverbio. Es precioso...
Martha Maxtin abrió la nueva edición, se puso sus lentes para poder ver mejor y leyó en voz alta:
"Nuevo lector de mis divinas palabras, seré el dios y adverso...
de todos tus males serás libre, y mis poderes te poseerán,
de libre alma estarán mis ángeles y adversos,
mas entenderás mi don de mí en ti, nuevamente tus ojos leerán".
La anciana se quitó las gafas. Un trueno muy fuerte se oyó y se volvió a ir la luz en toda la pequeña ciudad. Mientras, Ramatán II y Muerte silbaban los dos su peculiar canción.
(Continuará...)
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