En la biblioteca permanecía el comercial Alfonso, se había transformado en Ramatán II. Muerte ya no estaba en el ambiente y de improviso, Tomás el ayudante volvió a estar poseído del demonio. Agarró violentamente a su jefe, Carlos John y le tiró contra el suelo. El bibliotecario quedó pálido completamente.
- Dígame Dios adverso - le dijo Ramatán II. - ¿Qué desea?
- Dile Ramatán II al bibliotecario que tire las biblias - lo ordenó el demonio.
- Había pensado en otra cosa - lo recriminó el comercial maligno.
- ¿Cómo osas a rectificarme, ex-carcelero ahora soldado porque yo quise? - preguntó Dios adverso.
- Te pido perdón mi amo- lo rogó Ramatán II - sólo había pensado en maldecir con mis conjuros las biblias.
- Bueno vale, soldadillo - se arrepintió su amo - es una buena idea. Empieza a maldecirlas. Quiero oír el conjuro que has elegido para mí.
Ramatán II cogió la primera biblia y abrió la primera página. De repente, se paró mientras movía la cabeza hacía la puerta de entrada.
- Se aproxima un humano, señor - dijo éste en voz baja.
Todos volvieron a su aspecto corporal normal. Tomás Jiménez puso su voz de siempre y dejó de hablar con tono ronco y profundo de ultratumba.
- Abre la puerta y preséntate Ramatán II como otro cliente más - lo ordenó el demonio.
Entró la Sra. Maxtin, una anciana muy rica de la comarca que andaba siempre con bastón. Llevaba un paraguas y un bolso de mano negro.
De improviso, se fue la luz en toda la ciudad y sonó el teléfono de la biblioteca seis veces.
(Continuará...)