Tomás Jiménez, el ayudante del bibliotecario, agarró a éste por uno de sus brazos. Muy sorprendido le preguntó a Carlos John:
- ¿Qué le ha pasado Sr. Pérez?
- Nada, nada - contestó Carlos John - vamos a volver a la biblioteca... Habrás cerrado la puerta de entrada.
- Cómo voy a cerrar con llave - exclamó su ayudante - me ha pegado usted un gran susto y salí corriendo, sólo la he encajado en la ranura para poder entrar después.
- ¡Vaya hombre! - respondió el bibliotecario - espero que no nos roben la nueva mercancía de libros.
- Está usted un poco áspero conmigo - dijo muy triste Tomás - ¿qué le ha pasado esta noche? ¿Lo ha poseído algún espíritu?
El librero de préstamos se quedó mirando a Tomás con mucho miedo. Enseguida llegaron a la biblioteca que tenían. Entraron y su ayudante lo citó para esa misma tarde con el negociante de ventas a domicilio. Sería para las cinco y media, justo después del té con pastas que se tomaban los dos en la cafetería del centro de la ciudad. De improviso, sonó el fax y entró un misterioso folio color rojo sangre donde aparecía un mensaje con letra negra y muy tétrica.
- A las cinco y media en punto, ni un minuto más ni uno menos - citaba así la nota escrita - llegaré con tu muerte, verás en su mirada todo su poder maligno. Hasta luego y ten cuidado con Tomás, me dio el número de tu fax privado...
(Continuará...)
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