sábado, 16 de mayo de 2015

CONTINUACIÓN

He bajado con el Santo de los difuntos y nos hemos sentado sobre la mesa de mármol en la sala de espera de la U.V.I. En el banco del fondo está sentada toda mi familia. También ha venido mi hija Marisa con Andreita y mi pequeño nieto Alfred Tercero. Mi yerno está sentado a su derecha. Todos esperan cabizbajos y con el semblante muy serio. Se refleja en sus miradas una gran pena y tristeza.

Se miran todos de reojo y vuelven a inclinar la cabeza. Mi hijo mayor Alfred Segundo ojea una revista mientras mi otro hijo enseña a mi amado esposo la edición de mi libro con una portada y contraportada preciosa. Un maravilloso paisaje en donde se divisa en el horizonte unas montañas y un cielo azul turquesa con nubes que emulan el algodón de azúcar. El título de mis memorias. "Más allá del horizonte"...

Daniel ha puesto en la dedicatoria lo que le apunté yo: "Para todos aquellos que un día me quisieron y a los que aún me siguen queriendo, un trocito de tu corazón me basta para ser feliz..."

Mi hijo mediano le empieza a leer a mi marido Alfred el primer capítulo:

"A menudo suelo mirar mi álbum de fotos. Ojeo sus páginas recordando momentos, buenos y malos. Imágenes inolvidables que pasean velozmente por mi mente. Tan rápidas que hasta yo misma me asusto, pero hay una en concreto que se detiene. Es ese chico... ¿cómo se llamaba?... Era alto y fuerte. Cada vez que recuerdo sus ojos, como me miraba, me siento viva. Todos mis nietos corretean alrededor de mi sillón. Pienso que he sido feliz, que, quizás, no me merezca todo lo que tengo. Al repasar mi vida, siempre intento recordar esa etapa en la que vivía en la pradera con mi hermana en una casa con grandes terrenos donde correr.
Además, escribo un diario en el que anoto todas mis vivencias desde que mi padre me lo regaló cuando cumplí ocho años. Me gusta leerlo al acostarme.
Cada vez que llego a la mitad, donde habla de mi adolescencia, me detengo y empiezo a recordar..."

A los dos se les caen grandes riachuelos de lágrimas por sus mejillas. Los veo a todos con mucha nitidez mientras el santo me coge cariñosamente el brazo. A Dios le comentaré que no me puedo marchar todavía y que le diga a mi primer amor, Daniel Simith, que tendrá que esperar algunos añitos más hasta que estén preparados para mi ausencia.

(Continuará...)


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