lunes, 2 de marzo de 2015

CONTINUACIÓN

Van pasando los días muy lentamente. Este sábado han venido a visitarme mis nietos y mañana vendrán mi yerno André y mi nieta Andreita. Las pruebas no han salido muy bien. Estoy muy asustada y me duele bastante la cabeza. El doctor le ha comentado a mi amoroso esposo Alfred que es un pequeño atasco en las venas del cerebro, el término médico no me acuerdo en este momento. Hay peligro de ictus. Aquí estoy muy cuidada por todos, pero la habitación sale un poco cara. Hay que pagar un plus por si hay peligro de ser bajado a la U.V.I o a la U.C.I.

De momento, no revisto gravedad y no temen por mi vida. Esto se lo han comentado a mi vecina, a los familiares no suelen ser tan drásticos dando según qué tipos de noticias.

He pasado muy mala noche, pero mi nieta recién llegada de Francia me ha comido a besos, corriendo mi hija Marisa, la ha apartado de mí y la ha regañado muy cariñosamente.

-  Andreita, Andreita. ¡Deja descansar a la abuela! ¡Qué no se puede excitar!

Mi yerno André me ha dado un beso y me ha preguntado como me encuentro, en medio de mi respuesta, ha entrado la auxiliar de enfermería y me ha cogido tiernamente la mano.

-  Alicia, me ha dicho el doctor que se tome este tranquilizante para dormir un poco. En unos minutos subirá a verla.

Me he tomado la pastilla roja con un poco de agua. Enseguida, ha subido a visitarme el médico joven. Aquél que es tan apuesto. Carlos se llama.

-  ¿Cómo se encuentra usted hoy, Alicia?

-  Me sigue doliendo un poco la cabeza  -  contesté yo asustada.

-  No se preocupe. Es normal por la presión de los vasos sanguíneos en la cavidad de la cabeza -  nos explicó Carlos  -  enseguida se dormirá. Voy a ver si encuentro otras chicas tan guapas como usted para visitar.

Me guiñó un ojo y en la habitación todos se rieron un poco. Vino muy bien para romper el hielo y la preocupación del ambiente mientras yo entraba en un profundo bienestar de tranquilidad. Lentamente, me fui durmiendo. En el horizonte de mi subconsciente estaba esperándome Daniel Simith, mi primer gran amor.

"Nos dimos un apasionado beso y nos abrazamos intensamente por unos largos minutos.

-  ¿Cómo te encuentras, princesa?  -  me preguntó cogiéndome la mano Daniel.

-  Con muchas ganas de verte ya, cariño mío  -  le susurré yo al oído.

-  Todavía no puedes irte, mi niña  -  me ordenó él  -  no puedes dejar a todos ellos sin tu amor y tu sonrisa. Debes de quererlos y ser con ellos tan feliz como he sido yo observándote día a día desde el cielo".

(Continuará...)


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