miércoles, 17 de diciembre de 2014

CONTINUACIÓN

Ya llegan otra vez las Navidades, hace tiempo que se fueron todos mis nietos. Por desgracia, regresó la triste paz sonora y la monotonía a mi vida. Dentro de tan solo una semana vuelvo a tener la música de las zancadas y risas de todos mis seres queridos.

Ahora, rememoro mis tiempos pasados, otra época de mi vida anterior tan deseada como añorada. De improviso, se para un coche en frente de mi puerta y aparca en uno de los laterales. Me levanto a ver quién es. Mi querida amiga Juana.

-  ¡Hola Juana! -  la dije yo entusiasmada por su visita -  ¡Cuánto tiempo! No te quedes ahí parada, pasa.

-  ¡Hola Alicia!  -  me dijo dándome un caluroso beso en la mejilla.

Entramos en la salita. Ha conseguido dos invitaciones para ir a comer al mejor restaurante de la ciudad. Me he vestido con un traje pantalón que me regaló mi hija Marisa de una boutique de Francia.
Tenemos dos horas de volante hasta las afueras donde se sitúa el lugar de comidas. Me cojo mis anteojos y repaso el último episodio de mi vida pasada. El de esta gran amiga inseparable de la universidad. Compañeras de cuarto del internado de la residencia de señoritas estudiantes. Recuerdo mucho cuando la profesora de matemáticas nos pilló copiando en un examen:

"En todas las carreras, incluidas las de letras, antaño, se daba también matemáticas en todos los cursos para poder llevar las cuentas y las facturas de un hogar, por si nos casábamos y fuésemos amas de casa.

Juana y yo, en el aula del control, nos copiamos la una a la otra. En el pasado, calculábamos todo a mano. No existían estas calculadoras tan modernas y científicas, donde hallan hasta fórmulas muy difíciles. ¡Qué avance más prodigioso! Cuando la maestra nos corrigió, el resultado me salió mal y ambos exámenes estaban erróneos. La profesora, Matilda, nos llamó a la sala del director principal, el Sr. Matias Simito:

-  Entren niñas -  nos sugirió el director de la universidad -  siéntense, por favor.

-  Srta. Domon  -  prosiguió Matilda -  hágame usted en este papel el siguiente cálculo: mil por doce meses más el IVA de las retenciones sobre la base neta. ¿Cuánto le da a usted?

Tardé unos minutos en hallar el resultado y contesté, muy apenada y avergonzada, el total:

- Doce mil exactos -  respondí yo.

-  Muy bien, Alicia, muy bien  -  continuó la maestra  -  ¿qué pone en su hoja de respuesta del examen?

-  Once mil con noventa y cinco -  torcí la cara, nos habían pillado copiando. El castigo, una semana de expulsión y llamada a los padres.

-  Explíqueme usted, querida niña, como es posible que su errata esté también en el examen de la Srta. Tomias -  me preguntó sutilmente muy enfadado el Sr. Simito.

Nos quedamos las dos llorando amargamente sin poder hablar ninguna de las dos.

-  No tienen ustedes palabras -  dijo el director principal  -  hagan ustedes un pequeño equipaje. Lo suficiente para una semana. Ahora mismo llamaré a sus padres. Retírense de mi vista.

Salimos cabizbajas de su despacho. Al día siguiente, por la mañana, mi padre me llevó a mi casa en su coche. Conducía nuestro chófer y no me dirigió la palabra en todo el trayecto. Al llegar a mi casa, me quitó mi viejo tocadiscos y me echo una gran reprimenda. No se me puede olvidar haber defraudado a mi progenitor de esa manera. Nunca se lo pude pagar en favores ni en perdones".

(Continuará...)


martes, 2 de diciembre de 2014

CONTINUACIÓN

Ya están despiertos todos mis nietos. Dos de ellos me están ayudando en la cocina. Pican cebollitas y baten los huevos. Les encanta echar una mano y hacer merengues.

Mis otros niños corretean por la planta baja. Ellos han tomado un chocolate bien caliente con varios churros y porras.

Acabamos de meter el relleno dentro del pavo. Mi marido Alfred, nos ayuda a cerrar el final cosiéndolo con un hilo para cocinar, lo introducimos en el horno con un chorro de vino blanco. Cuatro horas y media es el punto exacto de cocción en esta cocina tan moderna. En el horno de leña de mi antigua casa se tardaba más, pero los guisos y los asados quedaban mucho más sabrosos. Tenían sabor a la exquisita madera de antaño, aquel dulce hogar... tan sentido y tan añorado. A veces tan a menudo que me arrepiento de estar en esta vida de paso y no como protagonista. ¡Cómo os echo de menos:

"En mi libreta me dispuse apuntar con la delicada tinta que desprendía mi pluma. En el tintero, se asomaba un azul que me recordaba al mar que visitaba cada verano con mi hermana Marie y mi niñera Linda. Escribí en las líneas:

-  A mi amado Daniel Simith: cuando te beso y te abrazo, una parte de ti está en mí. Tengo ganas ya de poder hacer público nuestro querer. El secreto de nuestro amor está en esconder a los demás nuestro cariño, lo privado se encierra demasiado en las auras de nuestros corazones".

(Continuará...)