Ya estoy en mi casa, dulce hogar de recuerdos y vivencias pasadas y presentes. Mis nietos corretean por la primera planta. Una semana, sólo una semana de juventud y de sonoridad. Luego se marcharán estos sonidos de infancia, luminosidad y gran alegría... hasta las Navidades. Y, otra vez, regresará la total felicidad a mi vida.
Mi hija Marisa pasará aquí con mi marido, mi amor, Alfred y conmigo unos meses por recomendación médica. El recién nacido, Alfred Tercero, tendrá que crecer un poco antes de tomar su primer avión y volar hasta Francia.
Tenemos todo el menaje del hogar para el cuarto de mi nuevo nieto. Todo en azul y los lazos que cuelgan de la lámpara del techo son de un azulado celeste precioso.
Por la tarde, dejaremos a mis nietos en el aula de juegos con mis nueras, se trata de un sitio donde los más pequeños pueden jugar después de devorar las mini-jampy pizzas, de jamón y queso. Nosotros, regresaremos al hospital donde mi hija permanece ingresada aunque fuera de peligro.
Me viene a la mente, siempre que piso un centro hospitalario, el lamentable y penoso episodio de mi vida, la trágica muerte de mi gran amor Daniel Simith. Recuerdo y rememoro una y otra vez sus últimas palabras. Me da mucha pena.
"- Serás feliz, no te preocupes, mi vida. Cuidaré de ti desde el cielo y me ocuparé de que no te falte nunca el cariño y el amor que te mereces, cual bella persona eres, el corazón más hermoso que jamás he conocido".
(Continuará...)
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