lunes, 4 de agosto de 2014

CONTINUACIÓN

Nos volvemos ya después de tan grata tarde. Mi hijo Alfred Segundo ha pagado la comida y se ha llevado los pedidos. Ha salido un poco caro. Este restaurante francés es uno de los más exquisitos de la zona, pero merece la pena por los momentos tan preciosos.

Nos montamos en los vehículos todos. Los más pequeños están dormidos, es su hora de la siesta. Arrancamos los motores y regresamos a nuestra hermosa morada, donde resido hace muchos años y tengo mucho vivido. Muchos recuerdos buenos y otros malos, como todo en la vida.

Hemos entrado ya en el porche y en el garaje. Nos dirigimos Marisa, Alfred Segundo y yo a la cocina a depositar los platos y bollería francesa en el frigorífico. El resto, han acostado en sus camitas a mis nietos y los mayores se han quedado jugando en la planta de arriba. Se aproxima la hora de la cena con poco apetito. Hemos preparado queso fresco y lonchas de jamón. Algo de comer ligero para un día intenso, lleno de luminosidad y de armonía para mí. Soy muy feliz.

Mañana se marchan mis hijos varones con sus mujeres y mis niños. Menos mal que este año, mi querido destino me ha regalado que mi hija se quede unos meses conmigo hasta que dé a luz. Una gran alegría, aunque me duele porque está ella muy lejos de su hijita Andreita y de su marido André.

Se han ido todos ya a sus dormitorios y yo, como es habitual cada noche recostada en mi cama y apoyada en mi almohada de plumón, abro mi diario y me pongo a rememorar los pasajes más emotivos de mi primera existencia. Hoy he echado de menos a mi querido padre, Ricardo Doman y a mi hermana Marie, pilares fundamentales en mi vida también. Recuerdo cuando mi padre abrió los ojos cuando estaba en la cama del hospital.

"-  Sr. Doman -  dijo el médico general susurrándole - Sr. Doman... 

-  ¿Dónde... dónde estoy? - contestó mi padre con un tenue hilo de voz.

- ¿Recuerda usted su nombre? -  le preguntó el médico -  se encuentra usted ingresado.

- Sí, soy Ricardo... Ricardo Doman - susurró mi padre -  ¿qué me ha pasado?

- Ha estado usted en coma profunda - le explicó el doctor - pero, no se preocupe, es muy buena señal que recuerde usted su nombre después de tanto tiempo dormido. Se pondrá bien.

-  Que pasen las niñas - pidió el doctor adjunto -  sólo unos minutitos.

Pasamos y vimos que se había cumplido nuestros rezos. Había sido un milagro. Los especialistas no daban muy buenas esperanzas. Marie y yo, le vimos sus ojos abiertos y nos mandó un beso con su mano. Se lo devolvimos las dos. Otra vez teníamos a papá con nosotras, aunque debía de permanecer en el hospital más tiempo hasta su total recuperación. Salimos todos, incluido Daniel Simith, que me invitó a comer a la cafetearía de la otra planta. Mi hermana vino de carabina. Él es, sin duda, mi primer gran amor".

Recuerdo su último beso antes de fallecer. La estrella en la que está su dulce sonrisa es la situada al lado de la Luna, su cuna y mi falso simulacro de su memoria.

(Continuará...)


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