lunes, 14 de julio de 2014

CONTINUACIÓN

Último día de estancia de mis dos hijos, Alfred Segundo y Daniel. Sus nueras y todos mis nietos nos están esperando en el restaurante francés. Han reservado desde primera hora de la mañana.

Hemos llegado en el otro vehículo, mi amado marido Alfred, mi hija y yo. Marisa se ha llevado la cámara de vídeo para grabar todo lo que ahí suceda. Se lo va a mandar a su marido y a su hija Andreita. Ya han tenido numerosos encuentros ciber náuticos a través de la camarita que se coloca en la pantalla del ordenador. No sé muy bien como se llama, estos inventos tan novedosos... Se lo compró ella hace varias semanas en la tienda de electrodomésticos e informática.

Hemos llegado ya y nos sentamos en la mesa para comer. Viene el camarero con el típico gorro de cocinero francés. Vamos a pedir, de primero "Cassoulet" que son alubias blancas con carne y embutidos. Para mi hija, hemos pedido "La Ratatouille", que es un plato típico de la ciudad de Niza, lleva vegetales y para mis nietos, “choucroute", son platos de col, patatas y beicon.

De segundo "coq au vin", pollo con vino, para tres y para el resto "La quenelle", tres de carne de ternera, uno de carne de ave y para los más pequeños de pescado, tienen mucha menos grasa.

El simpático camarero apunta el pedido en su libreta y pregunta finalmente:

-  ¿Qué quieren ustedes de postre?

-  Deseamos tomar tres Crêpes dulces y  dos Quiche Lorraine -  contestó mi marido.

La Quiche Lorraine, según Marisa, son unas exquisitas tartas de queso, beicon y jamón. Mi hija es la guía explicativa de los platos más ricos. Al final, se atreve a pedir al servicial metre, que está al fondo, dos "brioches" para llevar. Lo apunta en un cuaderno de pedidos para casa.

-  ¿Y de beber, qué desean ustedes? -  siguió preguntando el camarero.

- Vino y tres jarras de limonada -  dijo Alfred, mi marido.

-  ¿Me puede preparar usted siete Tartine para llevar? - preguntó Alfred Segundo.

- Sí, por supuesto señor. Se lo daré cuando se vayan - hace un gesto a su superior con la mano -  apunte, señor Dupont. Le repito...

-  No hace falta -  lo interrumpió Jean Dupont -  oído cocina.

-  ¿Desean ustedes al final de todo café o algún tipo de té? -  volvió a preguntar para apuntarlo.

Pedimos nuestros típicos cafés capuchinos... Me viene a la memoria mis inolvidables comidas en el saloon de Harrie´s, cuando yo y mi hermana éramos pequeñas. Íbamos mi padre, Marie y yo. En ocasiones, invitábamos también a mi niñera Linda y a mi querida Srta. Dexton, mi cortada durante años de mi amor con Daniel Simith. En el cartel del restaurante de ciudad, Harrie ponía para llamar a la clienta:

"En el Saloon Harrie´s, si comes aquí, aparte de un rico bistec, te llevarás a tu casa contigo, una inolvidable experiencia que recordarás mes a mes. Siempre sonreirás y por nuestra parte te regalamos una gran jarra con un asa".

(Continuará...)

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