Miro una y otra vez el retrato de Daniel Simith. Me he despertado hoy nostálgica y eso es malo, me impide vivir el presente, mi maravilloso día a día.
Me siento en la cocina a tomar un café con crema. Todo el mundo sigue acostado. Aprovecho este momento de soledad para abrir mi portátil y leer mis vivencias del pasado, mientras me vuelve la duda de quién es mi verdadero amor. Debato si es mi querido marido Alfred Thomson o mi anterior novio, mi inolvidable Daniel, que lo perdí inesperadamente.
Durante la lectura de mis experiencias retrógradas, me vienen a mi mente unos remordimientos que desde hace muchos años me vienen atormentando. Se trata sobre la Srta. Jeny y lo mal que me porté con ella en vida suya. Cuando murió mi gran amor Daniel, recuerdo que mi maestra vino al velatorio y me regaló un precioso pañuelo negro para el luto. Lo había bordado ella misma a mano con mucho esmero. Se sentó al lado de la Srta. Dexton y mi padre la invitó al convite de la tarde. Cariñosamente, se acercó a mí, en la entrada de mi porche, me dio dos besos y me susurró al oído:
- "La acompaño en el sentimiento, Alicia. En estos duros momentos sólo cabe esperar que su alma se alivie de este tormento por la perdida de su querer... Rezaré por usted".
Y llevé su bello paño de seda en la cabeza durante el año que velé por mi querido amigo y pasajero principal de mi viaje existencial, mi amado Daniel Simith. Guardo tan valiosa prenda en un antiguo cofrecito que me regaló mi niñera Linda.
(Continuará...)
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