viernes, 9 de mayo de 2014

CONTINUACIÓN

Ya hemos llegado a casa. He comprado pollo en salsa en el mercado, también me he traído bastante ensalada de patata. La cocinera del puesto número veinte, es la mejor de toda la ciudad. Casi todo hay que reservarlo. Mis consumiciones me las tiene siempre preparadas para las once de la mañana.

Estamos todos sentados en la gran mesa del comedor. Empezamos a degustar los exquisitos manjares que nos ha preparado Josefina, la del veinte, según entras a mano izquierda al centro del pequeño supermercado. Mi marido Alfred ha enchufado el plasma sobre la repisa para que los niños puedan ver sus dibujos animados mientras comen.

Hemos terminado ya la gran tarta de chocolate y nata y nos sentamos todos en los sofás con nuestro típico café capuchino con crema. Nos disponemos a pasar una entrañable tarde. Mi hija Marisa le comenta a su padre que el próximo sábado vamos a visitar ella y yo la tumba de Daniel Simith. Mi amor Alfred tuerce la cara haciendo una leve mueca de resentimiento y nos argumenta:

-  El Fin de Semana próximo os quiero llevar a todos al Gran Circo de la ciudad. Se han establecido para sus nuevos espectáculos hace quince días. Sólo estarán hasta el lunes siguiente.

- No te preocupes mi vida -  le contesté yo acariciándole la mano -  iremos Marisa y yo al cementerio en otra ocasión.

- Los pases para las funciones son para el sábado y el domingo - me dijo muy cariñosamente Alfred - nos vamos a divertir.

Mi alma está divida en dos, pero mi espíritu y mi corazón están, ahora mismo, en el presente, ante el hombre más maravilloso y grande que haya podido encontrar. Entonces, recuerdo la frase de Daniel Simith en el hospital:

-  Serás feliz, no te preocupes, mi vida. Cuidaré de ti desde el cielo y me ocuparé de que no te falte nunca el cariño y el amor que te mereces, cual bella persona eres, el corazón más hermoso que jamás he conocido.

Y ha cumplido mi primer gran querer, Daniel, su palabra. He sido muy feliz y he encontrado el amor en mi vida. La felicidad suprema... aunque, faltes siempre tú, mi querido Daniel Simith.

(Continuará...)

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