miércoles, 12 de febrero de 2014

CONTINUACIÓN

Tomamos el segundo café, hablando de nuestras inquietudes. Mi hija Marisa, me comenta que la gustaría que fuese el mes de vacaciones con mi esposo a Francia, para ver la Torre Eiffel. También me quiere llevar a la pasarela de moda de París. Yo la contesto que no, por el mero motivo que me da miedo volar en avión. Siempre lo he odiado, mi marido me intenta convencer, pero son demasiadas horas de vuelo y subirme al aeroplano lo aborrezco y lo temo.

Mi hijo Daniel, me anima a leer una de mis experiencias en voz alta. A ellos les encanta escuchar mis anécdotas y a mis nietos también. Para que mi marido Alfred, no se sienta mal por el gran amor que sentí hacia Daniel Simith, abro mi diario en la hoja marcada con un papelito rojo y comienzo a leer una muy divertida con la Srta. Jeny.

"Marie no hizo sus deberes. Me pidió los míos y los copió. Le dimos las libretas de ejercicios a la Srta. Jeny. Se percató de que algo no estaba bien.

-  Srta. Domon - dijo la Srta. Jeny repentinamente subiendo la voz.

-  ¿Cuál de ellas? -  respondió mi hermana.

-  Su hermana Alicia - contestó la profesora - explíqueme por qué dos negativos, en esta operación, le sale negativo. Es siempre positivo.

-  Me he confundido - respondí yo -  lo siento mucho, Srta. Jeny.

-  Lo gracioso, es que en el cuaderno de su hermana -  continuó la maestra -  he visto el mismo fallo exactamente en la misma operación. Ustedes se han copiado la una a la otra.

-  No, Srta. Jeny -  dijo mi hermana - lo hemos hecho juntas.

De improviso, cayó una gran tromba de agua y empezó a diluviar. El sombrero de paja de la antipática Srta. Jeny se fue volando y la lluvia destrozó su moño, encrespando todo el pelo. Lo tenía muy largo. No podíamos Marie y yo, disimular la risa. Llegamos dentro de la casa y Linda nos dio una toalla, entonces, la maestra empezó a llorar amargamente:

-  Mi pelo, mi pelo - gemía sin cesar la profesora -  ¡qué vergüenza! ¡Qué vergüenza!

Y continuaba quejándose con mucho pesar. A las tres nos dio mucha pena sus lágrimas y dijo nuestra querida niñera:

-  ¡Venga Srta. Jeny! No es para tanto. Séquese el pelo que yo se lo peino. Pasará aquí la noche, con esta tormenta, no podrá usted regresar.

Cenamos todas juntas y empezamos a coger cierto cariño a la maestra. La Srta. Jeny nos enseñó todo lo que sabemos, además de los principios de la vida. Hemos sido grandes personas, en gran parte, gracias a ella".

(Continuará...)

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