- Hable ya con él de una maldita vez - ordenó el jefe indio - Jim no va a vender sus tierras. Tienen hasta el amanecer o sus cabezas serán reducidas a cuchillo.
Los dos banqueros comenzaron una conversación acalorada. El banquero seguía sin querer perder el punto de unión del tranvía entre los dos pueblos. Al final, poco a poco, entró en razones y se lo comunicaron a los indios.
Emprendieron otros diez Joux el viaje a la comisaría de la Gran Ciudad para que buscasen a Jim en la cabaña abandonada.
De improviso, volvió a llover con gran fuerza mientras que Jim permanecía desmayado y el secuestrador también.
(Continuará....)
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