lunes, 15 de octubre de 2012

CONTINUACIÓN

En el banco de Tito Robbins ya se habían dado cuenta de que había faltado a su puesto. Su despacho estaba cerrado, exactamente con tres cerraduras.

- ¿Habéis ido a casa del Sr. Robbins? - preguntó el subdirector del banco.
- Ha ido el comisario y dos de sus hombres. Ahí no había nadie - dijo titubeando muy nerviosa la secretaria - No sabemos nada. Las cerraduras de las puertas de su casa no han sido forzadas.
- Pues, entonces, ¿dónde se ha metido este hombre? - dijo el subdirector muy enfadado dando un manotazo en la mesa - tenemos que realizar dos transacciones a la base del petróleo. ¡Sólo nos queda perder las acciones de la petrolera!
- Han ido a buscarlo a la constructora del tranvía - contestó la secretaria.
- ¿Y? -  preguntó el subdirector muy extrañado.
- Nadie lo ha visto, no saben nada y lo peor... - bebió un poco de agua la secretaria.
- ¡Continúe! ¡No me ponga usted nervioso! - exclamó el subdirector.
- Lo peor es... que su mujer... ha desaparecido también - dijo muy preocupada la secretaria.
- ¿Está usted segura? - preguntó el subdirector.
- Por desgracia, sí, Sr. Smith - contestó la secretaria - han ido a buscar a su mujer al casino donde se reúne todas las mañanas a jugar al póquer, y no ha aparecido.
- ¡Esto es que los han secuestrado! - exclamó el Sr. Smith - llame usted al contable, el Sr. Jonas y que entre a mi despacho inmediatamente.

La secretaria salió completamente pálida del despacho y a los cinco minutos entró el contable, un chico muy alto y apuesto.
- Siéntese, Sr. Jonas - dijo el Sr. Smith señalando una silla de mimbre con su mano - como sabrá Tito Robbins, nuestro director, ha desaparecido, y me ha comentado ahora mismo Mariessa que su mujer también ha sido borrada del mapa.
- ¿Qué debo de hacer Sr. Smith? - preguntó el joven contable sabiendo exactamente el motivo de que estuviese hablando en ese mismo instante con su subdirector.
-  Coja usted a dos hombres de la Mafia de Toun y camuflados, vayan ustedes a Cotand Land e indaguen que ha pasado con el indio aquel que no quería vender. - Ordenó el Sr. Smith.
-  ¿Como vamos? ¿A caballo? - preguntó el Sr. Jonas.
- A caballo no - sugirió el Sr. Smith - llamarán mucho la atención. Vayan en la diligencia como extranjeros. Tomen ustedes dinero de la caja y hospédense en el hotel del pueblo tres días. Investiguen con sugerencia en la taberna. Ahí se conoce todo el mundo.

El joven contable abandonó el despacho y retiró el suficiente dinero de la caja con un aval que le había firmado el subdirector y se fue a la maltrecha casa donde habitaban los componentes de la Mafia de Toun.

Mientras que el indio Jim se había restablecido y seguía negándose a vender sus tierras y el médico continuaba amarrado.

(Continuará...)

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