Capítulo 2
Al Lunes siguiente volví a oír las cadenas. Era posible que aquel ruido fuera fruto del viento, pero aquella ritualidad me hizo sospechar.
Había pasado dos meses y Lovis no me comentó que hubiese escuchado ningún ruido fuera de lo común y yo me preguntaba continuamente como él, que dormía al lado de la ventana no lo escuchase. ¿Es que estaba sordo?.
El teléfono volvió a sonar. El rostro de Lovis empalideció repentinamente. Lentamente levantó el auricular.
- ¿Quién... quién es? - preguntó.
Se calló. Algo le estaban diciendo y no parecía muy agradable. Su piel se tornó azul, luego tomó un tono verde oscuro y finalmente se volvió morada.
Estaba hablando excesivamente bajo. No entendía bien lo que decía y tuve que hacer verdaderos esfuerzos para conseguir entender algo de la conversación. La seguí como pude.
Para que no se diera cuenta de mis intenciones empecé a ojear un periódico. Curiosamente, la vieja casa y la taberna de las afueras del pueblo aparecían en primera plana.
De reojo miraba a Lovis. Parecía que estaba conspirando contra mí. Clavaba la mirada a mi cara fijamente y después proseguía hablando con el mismo tono misterioso y susurrante de antes.
Mientras observaba a mi compañero me vino a la memoria un detalle que a primera vista parecía insignificante pero tenía valor, mucho. Me di cuenta que la taberna que aparecía en el periódico se llamaba Dount Street.
Colgó el teléfono. Intenté indagar quien lo había llamado pero mis esfuerzos fueron en vano.
Le dije que me acompañase a las afueras del pueblo. No me fiaba mucho de él. Habíamos sido compañeros en las actividades detectivescas desde hace bastante tiempo y nunca se había comportado así. No lo entendía.
Una vez que llegamos a la taberna, por cierto cuando fui por primera vez no estaba el cartel con el nombre, comprobé que éste era el mismo que el apuntado en la mesa de la taberna del centro del pueblo.
Estaba claro. Alguien había quedado ahí a las 12:30 AM o tenía intenciones de hacerlo. Tenía que haber alguna pista de lo que estaba ocurriendo ahí. Pero, ¿dónde?.
Pensé que como en la otra taberna había un agujero de bala en ésta encontraríamos uno.
Entramos dentro. El camarero se sorprendió a vernos. Se dirigió a un hombre de unos dos metros y señalándonos empezó a hablar bajo.
Empecé a mirar las mesas una a una con la mano en el bolsillo. En éste llevaba una diminuta pistola. Al mínimo movimiento sospechoso dispararía.
No encontré ningún agujero ni nada que se le pareciese así que me acerqué a la barra a pedir algo de beber cuando un papel cayó del bolsillo del camarero. Disimuladamente lo arrastré con el pie y lo cogí. Era una factura y tenía un nombre. Ahí empezaría la investigación que me catapultó a la fama.
Con los datos que tenia llamé a Bob, un cajero de un banco muy famoso por aquellos tiempos. Me consiguió los movimientos.
Lovis y yo fuimos a la ciudad a recogerlos. Nos alojamos en un hotel situado en la carretera. Nada mejor para huir, directamente al desierto.
Fuimos al banco del centro y el cajero, al que habíamos tenido que pagar diez de los grandes, nos dio unos documentos relacionados con el titular de la cuenta.
Salimos, Lovis había quedado para arreglar unos asuntillos personales y quedamos al día siguiente en el mismo banco para intentar indagar algo más sobre el dueño de tan valiosa cuantía que aparecía en letras doradas en una de las páginas.
Como de costumbre, llegó tarde. No había traído los documentos. Según él, se le habían olvidado en el despacho del Sr. Mc`Hark pero a mí me daba lo mismo. Sin esos papeles no podíamos hacer absolutamente nada. Entramos a realizar algunas transacciones para no levantar sospechas.
Una vez ahí, nos dimos cuenta de que el cajero no era el mismo. Muy astutamente mi compañero le comentó:
- Buenos días. Veníamos a realizar unas transacciones que estaba llevando a cabo su compañero, ¿a qué hora viene hoy?.
- ¿Cuál de ellos? - preguntó muy nervioso.
- El único que había. Mc`..., Mc`Triman,... Mc`Truman, o algo así - contestó Lovis.
- ¿Qué día dice que vino usted? - contestó ignorándolo completamente.
- Ayer por la mañana.
- ¿Para dónde era la transacción?
- Para la petrolera Met-ux de Nueva York.
El cajero observó las hojas de cálculo que estaban sobre su mesa pero no encontró nada.
Lovis miró de reojo la base de madera donde apuntaban los nombres de los empleados y como era habitual no lo habían cambiado.
- Thomas Trumane, - leyó Lovis para sí mismo - cajero adjunto.
Como si no lo hubiese visto, hizo las transacciones y nos fuimos de allí. Aunque no habíamos conseguido nada, por lo menos teníamos dos nombres, el del informe bancario y el del cajero, que presurosos, fuimos averiguar si le había pasado algo.
Cuando descubrimos que lo habían echado por nuestra culpa y que no nos tenía demasiada simpatía, decidimos volvernos al pueblo. Hoy era Lunes y habría luna llena, las cadenas sonarían y esperaba que mi compañero las oyese.
Anocheció y como era predecible el infernal ruido empezó a escucharse. Lovis ni se inmutó. Entonces decidí preguntar.
- ¿No oyes nada?
- Defíneme nada - dijo Lovis como si con él no fuera la cosa.
- Un ruido - continué
- No sé, oigo niños.
- ¿Niños? ... ¿Qué niños? - pregunté corriendo las cortinas al mismo tiempo que miraba por la ventana.
Ahí no había absolutamente nadie.
Lovis se calló y se dio la vuelta en la cama tapándose la cabeza con la manta.
Era increíble. Yo oía ese horrible soniquete y él oía niños inexistentes.
Un disparo se oyó y esta vez Lovis si reaccionó y fue corriendo a mirar por la ventana. Yo aflojé la bombilla y fui tras él.
Ambos observábamos asustados porque absolutamente todo era igual que el primer asesinato. El mismo cadáver en el medio de la calle, el mismo coche, las dos mismas personas hablando, los mismos hombres acercándose por la calle Mait-Pout...
(Continuará...)
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