EL DETECTIVE Y EL DESCODIFICADOR
Cada día me costaba más salir a la calle. Aquel disparo silbaba aún en mis oídos. Era como si viniera dirigido a mí. Tenía que investigar la muerte de mi compañero y para ello era necesario enfrentarme a mis miedos.
Sonó el teléfono. Me sobresaltó. No quería hablar con nadie y dejé que sonara. Saltó el contestador automático .... Era ese hombre, había llamado otras veces. Su voz entrecortada y ronca me había quitado definitivamente las ganas de pasear por las calles de Nueva York. El mensaje era conciso: “ Usted morirá si continua metiendo las narices donde no le llaman ”. Largo silencio y colgaba. Siempre igual. Su método me empezaba a poner nervioso.
Eso afianzaba más mis sospechas de que la bala perdida tenía un solo destinatario: yo.
Por la noche volvió a sonar el teléfono. El mismo tipo. Su voz amenazante me cortaba la respiración. No podía llamar al capitán. Le había prometido que iba a dejar el caso.
Intenté dormir y lo sorprendente es que lo había conseguido cuando un estrepitoso ruido me despertó. Salí corriendo. Revisé cada rincón de mi apartamento palmo a palmo pero no había nada extraño que llamase mi atención en aquel momento.
Esa mañana salí. En el contestador tenía una clave grabada de las misteriosas llamadas y pensaba ir a descodificarla. Tenía que ir a ver a Harry, un chalado experto en sistemas informáticos, capaz de conseguir meterse en la base de datos de la mismísima Casa Blanca.
Ahí estaba, delante de su puerta. Estaba decidido, iba a entrar. Dos golpes con los nudillos y tres veces llamando al timbre.
Como de costumbre, tuve que esperar más de veinte minutos. A saber qué estaba haciendo. Un chirrido de cadenas se oyó y la puerta empezó a abrirse lentamente. Sus ojos aparecieron. Como si no supiera quién era empezó a bombardearme a preguntas. Tanta desconfianza me hizo pensar que algo no iba bien. Finalmente me dejó pasar.
Subimos al piso de arriba y le entregué la clave en un papel cuidadosamente doblado:
- ¿De qué se trata esta vez? – preguntó Harry.
- Nada que te importe – continué - tú sólo dame un nombre
- Esto te va a costar el informe exculpatorio sobre mi problema de ... Bueno, ya sabes.
- Eso es imposible Harry.
- Si no hay informe no hay nombre.
Lo miré de arriba abajo, amenazante. Sólo me faltaba que tuviera que ir a la cárcel por querer salvar el pellejo. Así que utilicé mis técnicas más sucias e intenté conseguir el documento pero me fue imposible.
De improviso, empezaron a bailar balas por todas partes. Empujé a Harry hacia un rincón de la habitación y saqué una minúscula pistola que llevaba en el bolsillo. Apunté y ... “ bang “ .... Aquél hombre de constitución fuerte perfectamente trajeado cayó redondo al suelo con un disparo en la frente. Era un milagro que le hubiese dado con una pistola tan pequeña.
Permanecía en el sitio inmóvil. Para mí que me lo había cargado. Había que eliminar cualquier rastro de lo que había sucedido allí, así que entre Harry y yo subimos el cuerpo al coche.
- Voy a deshacerme de él - le dije - Luego pasaré por aquí.
Arranqué el coche. Me sentía fatal al saber que gracias a mi puntería una persona había muerto. Debía de denunciarlo en la jefatura. Al fin y al cabo había sido en defensa propia pero nadie podía saber que había estado con el descodificador.
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